19.4.08

Perro en la ciudad



El sonido de la ciudad es incoherente, casi siempre vuelve a mostrarse como cíclico sobre los recuerdos y temores de todos los oídos que están cerca.
Un indigente revisaba un bote gigante de basura frente al taller y lograba rescatar un CPU de una computadora, lo abría, calculaba cuánto podía costar lo que tuviese adentro o al menos si eso le gustaría al Juancho y cuántas bolsitas de piedra le daría. El mono que lo vestía de la cintura hacia abajo estaba roto en su entrepierna y sus zapatos ya no mostraban suelas.
Una ambulancia pasó frente a él, UIIUUIIIUUIIIUUUIIIUUU sonaba la sirena, el indigente se escondió, cada vez más lejos la ambulancia, cada vez más lejos el sonido. De pronto escucho muy cerca a un perro ladrando, ya su ladrido no es normal. El perro gemía la sirena con su grueso ladrido y luego su suave lamento, en las partes agudas del canto se notaba lo tatuado en el cerebro que tenía el sonido de la ciudad.
Si algún sonido tiene esa ciudad es ese: un perro grande, triste y amarrado que imita a las sirenas de las ambulancias mientras yo sólo paso por ahí.

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