Pero nadie merece meditarlo y todos suponen un desastre. Una montaña que comienza a rodarse, árboles que trasladan su domicilio sin alterar ninguna de sus hojas. Siempre descifrando una controversia certera, financiada por alguien de gran avidez económica, diferenciado del resto por su constante producción y por su intolerante paranoia.
Un personaje así financia mis viajes y mis recuerdos y también mis desayunos y cenas. El almuerzo no. Este siempre está pago.
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