5.7.07

Un estilaxxxio y dos caminos

I

El pez muerto, el pez poeta, ya muchas tardes el sol ha venido consumiendo su esqueleto, lo que no alimentó a nadie, lo que se tragó la arena y él piensa tan sólo que ya para nada servirá.


Las preguntas ahora no importan. Sobran.


Él se levantó, adquirió cierta pose mientras miraba el sol como nunca antes lo había mirado, cierta admiración sintió, sintió que sus petrificadas aletas se clavaban en la arena como desperfectos agarres, mantuvo el equilibrio aunque la brisa de esa hora pudo tumbarlo.


El sol bajó.



II

El ojo desesperado llegó a la playa, la noche anterior fue de excesos y mortadela. El dedo pisaba el disparador, lo sobrepisaba. Sintió algo raro al pisar.


El ojo lo hubiese creído pero no lo pudo hacer. Rememoraba la noche anterior entre la muertecina y el fortachón botella en la mano, cámara en la otra. Los espacios se hicieron cada vez más pequeños hasta que vio bajo su zapato, un pez muerto.


El ojo.

El dedo.

El equilibrio.

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