31.10.08

Domingo de historias


Hace un domingo atrás pude decirte cuánto te quiero. Te extraño tanto y eso lo pensé hace 7 días. Un domingo como hoy, pero el anterior.

Hace dos domingos atrás tenía ganas de besar tus ojos. Me maravillaban las cosas que me contaste habías visto cuando fuiste a la iglesia. Siento que peco y reviento los hilos de la servidumbre que me fue inculcada con letra dorado-educativa cuando era niño.

Tres domingos atrás logré entender aquel poema del sabio. Tu no habías aparecido y yo tenía una vida más tranquila, preocupado sólo en diversificar mis conocimientos, saber de qué iban las letras que en ese libro me atrapaban y me dejaban queriendo conocer a alguna como tu.

Hace cuatro domingos yo no había nacido.

Domingos multiplicados por cinco. Principios de semana que siempre fueron finales y que sólo me hacían reactivar el crédito que tenía con la pared que siempre rayaba en el pasillo, con la llave que escribía tu nombre en el pasamanos del ascensor y la frescura del chirrido prohibido.

Este domingo fui a la iglesia y comulgué. Te vi en la cara de la señora que sostenía la bandejita para los babosos y recordé tu falda blanca en el traje del monaguillo que se quedaba dormido en el salmo responsorial.

Tal vez nunca habrás vivido este domingo como yo. Quizás siempre duermes los domingos. Ojala y esa sea la mejor decisión.

No hay comentarios: